41°. In and out
Gracias al título del mi librito,
generalmente me preguntan sobre dos temas: cómo conocer hombres y cómo
olvidarlos. Aclaro que no soy ninguna experta, pero digamos que he tenido
bastante "ensayo y error". Conocer y olvidar: los dos extremos de una
relación. El primero, imprescindible para que exista una futura pareja; el
segundo, solo si la cosa no marcha. Conozco parejas que están juntas hace 40
años y se siguen eligiendo.
Para la primera pregunta siempre me gusta
recordar la canción de Tom Waits “I never
talk to strangers”, donde el hombre intenta levantarse a una mujer en un
bar y ella le dice que solo los tontos se enamoran de perfectos extraños, a lo
que él le responde: We all begin as
strangers just before we find we really aren't strangers anymore. (Todos
comenzamos como extraños justo antes de darnos cuenta de que ya no somos
extraños)
Dicho con cero poesía: para conocer a otro
hay que salir a conocer un “otro” extraño. Es tan básico que asombra. Claro que
salir no implica necesariamente salir a un bar, hoy ni siquiera hace falta
salir de tu casa gracias a la proliferación de sitios para citas por Internet,
redes sociales como Facebook o Twitter, o apps como Tinder. Salir implica
“conectar”. Y de eso se trata. Para conocer a alguien hay que estar dispuesto a
dejar de mirarse el ombligo por un rato y conectar con otro. Lugares para
hacerlo: bar, clase de baile, clase de lo que sea, haciendo ejercicio en un
gimnasio, en el río, etc. En la milonga, en el cumpleaños de un amigo, en un
after office, en un vernisagge, en el subte. Y en los lugares virtuales que
plantean las redes sociales.
Ahora, para responder la segunda pregunta ¿Cómo
olvidar al otro? es necesario entender qué le pasa al cuerpo cuando se enamora.
En el cerebro existe una zona llamada “el
sistema de recompensa”. En pocas palabras es, entre otras cosas, el encargado
de que nos gusten y queramos repetir acciones vitales para nuestra
supervivencia como comer, beber, dormir. Y como ya habrán adivinado, el apetito
sexual. Si nada de lo anterior nos resultara mínimamente placentero, no lo
repetiríamos y ya nos habríamos extinguido como especie hace tiempo.
Sí, ok, sexo no es igual al amor. Pero la
atracción que nos lleva a querer acercarnos a otro es la puerta de entrada a
los dos.
Cuando conocemos a alguien (en un bar, en la
clase de swing, comprando un ukelele, corriendo en la cinta en el gimnasio, o
en Tinder) y nos gusta, se pone en marcha un despelote químico en el cerebro.
Nuestro cerebro literalmente queda bañado de químicos, neurotransmisores y
demás jugos, que hacen que sintamos mariposas en el estómago, al corazón
corriendo como un conejo dentro de nuestra caja torácica. Nos hace perder el
apetito, el sueño, y la cordura. Queremos volver al otro de nuevo,
desesperadamente, todo el tiempo. No podemos dejar de pensar en el otro ni en
los sueños... Como dice la Dra. Helen Fisher – la antropóloga bióloga que
estudia el cerebro enamorado - estamos enganchados, drogados por el otro. ¿Por
qué drogados? Porque es el centro de recompensa el que se activa y queda
funcionando 24/7 al enamorarnos, bombeando sustancias como la dopamina. Esta
sustancia es la misma que encontramos en el cerebro de un adicto a las drogas
pesadas. Es el mismo sector del cerebro. Y está activado de la misma manera.
Cuando el objeto de nuestra pasión se esfuma
(por las razones que sea) entramos en un estado de abstinencia que literalmente
nos enloquece. Queremos seguir en la cresta de la ola con nuestro amor,
bombeando dopamina. Pero eso es imposible porque el que nos hacía sentir así no
está más. Sumado a la dopamina, también el cerebro de inunda de serotonina,
endorfinas y oxitocina. Todas sustancias que nos hacen sentir en el paraíso.
Que ahora está perdido...
En la elaboración de una ruptura, en el duelo
que implica, hay una parte que tiene que ver con analizar, reflexionar por qué
no funcionó, y tratar de aprender para la próxima. Esto es un trabajo personal
e íntimo que puede ser apoyado con terapia. Pero es un proceso voluntario. Es
una elección. Ahora, hay otra parte del duelo que es casi inmanejable, y es la
que tiene que ver con lo antes dicho: el cuerpo-cerebro y el cóctel de jugos
químicos que lo invaden.
Y para contrarrestar este efecto hay tres
elementos claves: las amigas, el ejercicio y el chocolate. Reunirse con amigas
es terapéutico no sólo por el apoyo, las charlas, las risas y demás, sino
porque hace que se libere oxitocina, la hormona del amor y la generosidad
(también liberada al hacer el amor).
Hacer ejercicio no sólo enfoca la mente en
algo tangible, aquí y ahora (que no es el ex...) sino que hace que se liberen
endorfinas, los antidepresivos naturales generados por el propio cuerpo. Otra
fuente de endorfinas es el chocolate... Sé que mucha actividad no implica, pero
bueno, cortar un pedazo y llevarlo a la boca algún músculo debe mover, sin
mencionar los involucrados al masticar. El chocolate además hace que tengamos
un rush de dopamina, el mismo químico que liberaba el cerebro cuando estaba con
el ex! Digamos que hacer todo eso no ayuda a resolver lo que haya que resolver
en nuestra psique, pero sí hace que nos sintamos mejor. Y esto es fundamental
para tener la cabeza más libre para elaborar la ruptura, y quedar disponible
para seguir adelante con tu vida.