11°. Paula “Cara con alambrado” Bianco
Gente, esto es
terrible. De lejos no se nota, pero a medida que el sujeto se acerca al objeto
en cuestión... ¡Dios!
A mi cara le creció
un alambrado, o por qué no, una cerca blanca, que bien podría ser el paragolpes
de un viejo Chevy. Mis amigos dicen: “no se te nota para nada, es como si no
los tuvieras”. Manga de cretinos verseros.
Les aseguro que
dudé en ponerme los braquets… Sigo
soltera, sigo con 36 años, sigo con handicap.
Si yo fuera Scarlett Johansson otra sería la historia. Pero no. Una, a estas
alturas del partido, se tiene que ayudar, no ponerse palos en las ruedas. Pero,
a fin de cuentas, la salud mental se impuso y accedí a mejorar mi salud dental
por un año y medio. Eso sí, son de cerámica. Los metálicos hubieran sido una
sentencia de muerte. Como me dijo un viejo amigo milonguero: ¡Te ibas a morir
virgen, Bianco!
Mis amigos (¡qué
haría yo sin mis amigos!) me aseguraron que parezco una pendeja. Que me quita
años. Que tengo más labios. Eso sí, me sugirieron que practique mucho mucho comer
helado, para no dejar marquitas… ejem.
Lo bueno es que
doler, no duele. Es más, hasta llamé a la ortodoncista, decepcionada e
indignada por la falta de dolor, exigiéndole que me los ajustara. ¡Masoquismo
en estado puro lo mío!
Como a obsesiva no
me gana nadie, les cuento que ya tengo mi “kit para la cartera de la dama”, que
comprende un cepillito finito para limpiar entre los braquets y el alambre, otro más grande por las dudas, pasta dental
y la recomendada cera contra el dolor. Cera que no he tenido que usar. Todos te
asustan con que te va a doler, te va a doler, y una se prepara psicológicamente
durante semanas, meses, y al final resulta que una tiene el umbral del dolor
tan alto que no siente un cuerno. Qué jodido, ¿no? Si tan solo mi corazón
tuviera la resistencia de mis dientes…
En fin, para ir
resumiendo, gente, comer a mi lado es una fiesta. Sobre todo si los alimentos
están condimentados con perejil u orégano o conformados mayormente por verdes.
Por otro lado, hoy voy a mi clase de canto. Tengo que evitar las efes si no
quiero bañar a mi profesora con fffluidos. Mi gata encuentra fascinante los
juguetitos que le crecieron a mi cara. Tengo que andar espantándola porque
insiste en tratar de sacármelos.
Y ya para terminar
esta crónica, les cuento que a mis conocidos los atajo de entrada. Les digo:
antes de que me hagas los chistes vos, me los hago yo, tengo un alambrado en la
cara, doble dentadura de tiburón, cierre relámpago, etcétera. Igual, se me ríen
lo mismo.
Besos... aunque
mejor se los tiro con la mano.