4°. ¿Es necesario tanto esfuerzo?

Lo que sigue son solo reflexiones después de una noche de bar con una amiga y su prima. (No importa a cuál fuimos, pero para las que tengan más de 35, Mundo Bizarro no es una buena elección para un viernes a la noche). Nos sentamos en un sofá y pedimos bebidas. Esta vez opté por un bellini, recordando la infausta noche del vodka-martini.
Mi amiga y su prima (ambas bellísimas, divertidas y con mucho levante) me tomaron de alumna y me dieron una serie de consejos, algo así como “los sí y los no” del levante nocturno, dada mi falta de práctica en el tema.
Por ejemplo, me dijeron que hay que sonreír todo el tiempo. Así, si un tipo te ve divertida y riendo le van a dar ganas de acercarse. Claro que, según mi amiga, antes hay que establecer contacto visual, lo cual es muy lógico. Su prima, en cambio, cree en el azar. Si ella se ríe todo el tiempo, alguien vendrá... ¡y siempre es un bombonazo!
Al cabo de dos horas, me dolía la cara de tanto sonreír y sonreír inútilmente. Nadie se me había acercado aún y el bellini (champagne con jugo de durazno) ya me había pegado directo en medio del cráneo. Mi único pensamiento era: ¿estarán pasando House en la tele?
Los consejos siguieron. No hay que vestirse como una potra para no asustar, pero sí sexy para invitar. Hay que ser suficientemente inteligente para atraer, pero un poco tonta para no espantar. Eso sí, jamás pero jamás hablar de problemas, divorcios, hijos, rupturas, porque sino el tipo se va detrás de una menos complicada.
Cuando llegó el novio de la prima de mi amiga, mi desconcierto no mejoró, ya que el muchacho no solo corroboró todos y cada uno de estos consejos ¡sino que sumó más! De un grupo de 4 potras, los tipos normales van detrás de la que parece más divertida. De un grupo de 4 demasiado potras, van a ir detrás de la que sea de más bajo perfil, porque si se pueden levantar a la más difícil, se pueden levantar a cualquiera. A una mina con cara de orto no se le acercan ni locos. Etcétera.
Como me tenía que levantar temprano, me despedí rápido y tomé un taxi a casa. El conductor me sacó el tema de los boliches, cuál estaba de onda y esas cosas. Le dije sinceramente: de boliches no entiendo nada. Yo voy a la milonga, le suspiré, añorando el abrazo fácil de un desconocido al ritmo de un tangazo.
Ya en mi cama, y feliz porque había enganchado House a las 4 de la mañana, me pregunté: ¿es necesario tanto esfuerzo para atraer/conocer/entablar contacto con el otro? Reír, mirar, vestirte de tal o cual manera, no hablar de ciertas cosas, angular el mentón a 90 grados con respecto al piso, porque si está más abajo parecés una tímida y si está más arriba parecés una engreída. ¿En qué quedó eso de “ser como uno es”? ¿Acaso no es suficiente? O mejor dicho, ¿no debería ser suficiente?
En ese momento, recordé esa frase: “Lo que busco, me busca”.
A lo mejor, lo que uno encuentra cuando busca está determinado por cómo uno busca lo que quiere encontrar.
Dicho esto me despido, besos, Paula.


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