33°. Soltera
En
una entrevista me preguntaron si mi “soltería” estaba relacionada con ser
“sola”, solterona. Con la sensación de falta. Lo tuve que pensar un rato. Y no.
O sí, pero hace mucho. Entonces creía que para ser “………” (feliz, completa,
mujer, etc) necesitaba una pareja. Me acuerdo cuando a los 14 mi mamá me preguntó “¿por qué no sos más normal como tus hermanas, que a tu edad ya tenían novio?” Por años luché con ese dilema. ¿Necesito un novio para ser normal? ¿Un novio
que luego sea mi marido, con quien me case de blanco en la iglesia, tenga dos
hijos, un perro y un jardín con pileta? Años de ensayo y error con mi propia
vida, años de ver parejas establecidas estrellarse como vasos contra el piso,
divorcios espantosos con hijos como botín de guerra, infidelidades,
resentimiento, venganza y mucha soledad de a dos… Y entonces me niego a que me
apliquen la etiqueta de “solterona”. Para mí soltería no significa un estoy
sola porque no me queda más remedio. Estar soltera es un estado en el que estás
con vos misma, haciendo tu vida, tenés tu trabajo, tus amigos, tu familia, sos
la tía copada, y si de golpe conocés a alguien con quien tenga sentido estar,
entonces, estás. Y sino, no. Pero claro, existen esos momentos de terror… esas
noches de invierno en que estás reventada de trabajo y sin fuerza ni para
hervirte un huevo, y te dan ganas de ponerte a gritar parada sola en tu cocina:
si tuviera un tipo al lado me cocinaría y me haría cucharía después! Pero mejor
no ceder a tales impulsos. Como siempre lo hice, en noches así, pido delivery y
llamo a una amiga mientras me sirvo un gran vaso de vino.