32°. La ficha
Amigos: la “ficha”
me cayó de la manera más inesperada, como suele suceder. Estaba en la cola para
ir al baño, en un restaurante de una ciudad de México llamada San Miguel de
Allende. La vi y se me saltaron las lágrimas.
Era una niña
preciosa, con su carterita de peluche fucsia y el cabello bien negro y lacio
peinado con una hebilla a un costado. La nariz respingada y los cachetes
llenos. Me preguntó que de dónde era, intrigada por mi manera de hablar. Se
reía, media pícara. Sus ojos eran vivos y también reían.
La ficha hizo un
estrepitoso “clank” al caer bien adentro, mientras mi cabeza enloquecida no
paraba de gritarme: ¡Quiero casarme! ¡Quiero casarme de blanco! ¡Y tener hijos!
Al menos uno o una. Una niña como esta que tengo delante, para vestirla de rosa
y ponerle moños y enseñarle a leer libros, muchos libros, y a disfrutar del mar
y del helado de chocolate.
Con mis 37 años,
recién hoy me cayó la fichita de que eso de lo que siempre me escapé, es algo
que realmente deseo. En las entrañas lo quiero. Años de elegir mal para
justificar mi soltería. Y lo que deseo es una vida normal. Pareja. Intimidad.
Un amor con sentido, tener un par. Hijos.
Mientras escribo
esto, estoy viajando en avión con rumbo a Tijuana, para cruzar la frontera con
Estados Unidos. Voy a visitar en San Diego a mi mejor amiga Andy que está
embarazada, y no paro de llorar. Como si se me hubiera abierto una compuerta
olvidada, trancada. No paro de llorar y el tipo que tengo sentado al lado me
mira de reojo y no sin cierto susto. Tal vez dude entre ofrecerme un kleenex o
un bebé. Creo que por lo pequeño de los baños del avión, le aceptaría el
kleenex. Y también por no parecer desesperada. Esa es siempre una mala
consejera.
Siento una profunda
nostalgia por algo que no tuve, que no viví. Raro, ¿no? ¿Cómo sé que lo quiero,
si nunca lo tuve? ¿Será el instinto, las hormonas, la locura, o que se me está
pasando el arroz? Sea lo que sea, está surtiendo su efecto.
Todos me dicen: no
lo busques; si lo buscás es peor, no funciona. En el momento menos pensado,
cuando menos lo esperás, zás, llega. Ocupate de vos y llega.
Creo que ya no
importa lo que digan los demás.
Seguro que habrá
idas y venidas. Candidatos y otros que no lo serán tanto. Amores y despedidas.
Pero en el tiempo, sin desesperar en la desesperanza, ni buscando como
desesperada, llegará, porque estoy en mí. En mi lugar. Soy quien soy y quiero
lo que quiero. Ni más ni menos.
Besos, Paula