8°. Reflexiones sobre el tiempo
Pensando en eso de
“mi percepción del tiempo es distinta”, recordé otras situaciones donde el
tiempo, o timing, había sido un tema.
Como cuando un ex decidió cortar nuestra relación mientras nos traían el chop-suey. Era un viernes de lluvia y me
había invitado a comer al barrio chino. La moza nos trajo el menú, ordenamos chop-suey y algo más que no me acuerdo, y
mientras esperábamos le pregunté: ¿Cómo andás, estás bien?, porque algo notaba,
y ahí me dijo que necesitaba un tiempo… ¿No pudo decírmelo en mi casa, a solas,
en un momento creado especialmente para eso? No, se le ocurrió ahí. Cuando la
moza por fin nos trajo la comida, le dije: Por favor, para llevar. Me fui a mi
casa sola, no sin antes regalarle la comida a un hombre que dormía en la calle.
Ese mismo ex, luego, eligió por fin terminar la relación unos diez minutos
antes de que yo empezara a dar una clase de tango. Una se pregunta si ya lo
tenía planeado, ¿no podía haber elegido un momento mejor? Uno en dónde yo no
tuviera que trabajar inmediatamente después.
Si estas fueran
situaciones únicas, no se podría sacar un patrón, o al menos una especie de
tendencia… Pero hubo otras. Un escritor pidió mi teléfono y me invitó a salir.
Durante la cita, a mí algo no me cerraba, así que prendí el sabueso que tengo
dentro y tras preguntar un buen rato, logré que dijera “mi novia es francesa”…
Esas exactas palabras, mi novia es francesa. “Es” en presente, no pasado. ¿Es
decir que este caballero decide por mí que yo voy a estar de acuerdo en
ayudarlo a meterle los cuernos a su novia francesa? Hubo otro escritor que hizo
algo parecido, aunque peor. Porque al otro lo despaché rápidamente. Todo tiene
que ver con el tiempo… Este último escritor decidió hablarme de su novia cuando
ya me tenía contra las cuerdas (léase “en ropa interior”). No voy a entrar acá
a disertar si está bien o mal tener historias por fuera de las relaciones
oficiales, porque yo no soy ninguna santa, pero lo que sí creo es que por lo
menos una tiene que estar avisada de cómo viene la cosa “antes” de ir a una
cita. ¡Las citas a ciegas no tienen que ser taaan ciegas! ¿Acaso si una
estuviera al tanto, saldría? Sí. No… No lo sé. Pero se huele un poquito de
egoísmo en estas situaciones. Como la vez que un hombre decidió contarme que se
había tranzado a mi hermana cuando ya habíamos tenido relaciones… (Y sí, ¡yo
los colecciono!)
Me acabo de acordar
de otra situación, que por suerte no me pasó a mí. La presencié en la librería
El Ateneo. Estaba con una amiga tomando algo en la cafetería, sentadas bien en
la entrada donde está la escalerita. Eran como las 7 de la tarde y había un
gentío. Dos hombres de traje se pararon en los escalones y miraron hacia las
mesas, buscando a alguien. Uno codeó al otro, y este dio la espalda a la
cafetería mientras se quitaba el anillo de casado y lo escondía en el bolsillo
de su saco. Acto seguido, junto a su amigo, avanzó con sonrisa de galán hasta
una mesa donde esperaba una señorita de falda corta y tacos altos. La abrazó,
la besó, la invitó… Con mi amiga no lo podíamos creer. Los dos hombres y la
mujer se fueron de la cafetería, con mi amiga pagamos y nos fuimos a
perseguirlos por El Ateneo. Había una presentación de un libro y estaban ahí.
Él le dio vino, la tenía tomada por la espalda a la señorita que no tenía idea
de la existencia del anillo de casado escondido en el bolsillo. En un momento,
esta chica se fue al baño y con mi amiga pensamos en seguirla y ponerla al
tanto… Pero no lo hicimos. Nos pareció un poco desesperado y también, a lo
mejor esta chica algo intuía y tal vez prefirió no ver…
Mi gran amigo
Coppini considera que mi relación con “el tiempo” es poco sexy. Prefiero tener
el sex appeal de una palangana y ser
yo la que decido si quiero o no tranzarme a alguien que está en pareja, o que
otro no decida por mí si voy a llegar a dar una clase de tango con los ojos
como dos compotas.
En fin, son estas
divagaciones sobre el tiempo, sobre la información brindada a tiempo, sobre el
egoísmo que implica no hablar a tiempo… Claro que todo esto también le pudo
haber pasado a un hombre. Después de todo, el amor y el desamor, los descuidos,
desencuentros y cobardía son universales y unisex.