27°. Intercambio 147
Internet y el universo de las redes permiten una
facilidad de encuentros que antes eran imposibles. Años atrás, conocías a un
tipo, te pedía el teléfono y te pasabas los días pegada al aparato para que tu
madre no atendiera, y si el llamado se hacía esperar, levantabas 3, 4 veces el
“tubo” (soy de la época prediluviana, cuando no se había inventado siquiera el
inalámbrico) para corroborar que hubiera tono…
Ahora tenés Twitter y sus DM para la tirada de
perros privada, Facebook, Skype, SMS, Whatsapp, chats, sin olvidarnos de las
páginas de citas específicamente diseñadas para el levante. Humildemente, debo
reconocer que me han tirado los perros “virtualmente” algunos solteros y otros
no tanto, invitando con propuestas románticas y otras literalmente sexuales…
pero hasta hace poco jamás me había topado con un método tan… tan… todavía
estoy buscando la palabrita.
La cosa fue que hace unas semanas recibí un mensaje
privado en Facebook de un artista que me proponía hacer un intercambio de obra,
alguien me había recomendado y yo le había gustado. Así de simple. Me enviaba
el link de su trabajo y también un blog donde aparecían comentarios sobre el
mismo, la mayoría mujeres que se felicitaban mutuamente: yo lo usé, yo tengo el
35, muy recomendable, un tipo le decía: sos un capo! Miré por arriba su página,
había como una especie de aparato con un elástico, de hecho, habían 147. Me
pareció una pavada, arte conceptual del malo, bajando línea sobre la serialidad
del ser humano y bla bla. Como andaba media tapada de laburo y con un humor de
perros, le corté el rostro diciéndole que era escritora y que no tenía obra
para intercambiar. Me respondió que yo podía darle a cambio unos textos, que la
cosa estaba en el intercambio, y acotó que la aceptación implicaba el uso del
artefacto en él. Insistió mucho en esto el muchacho. Ya picada de intriga me
puse como sabueso a bucear por internet. Se las hago fácil: mirando con más detenimiento
el aparatito, caí en la cuenta de que se trataba de una especie de arnés
artesanal con un número pintado. El tipo (y valga aclarar que no era ningún
batracio) te daba uno de los 147 arneses a cambio de algo (una foto, unas
palabras, intuyo que también a cambio de nada). Le dije que no estaba
interesada, pero volvió a insistir, explicándome mejor el trato: el intercambio
conllevaba ciertos derechos para las nuevas dueñas y cierta obligación de parte
del autor… La obligación era aceptar que la propietaria empleara el arnés sobre
él, sin que él pudiera negarse. Me aclaraba que le quedaban muy pocos números,
de los que estaba intentado desprenderse. El arnés, por si no quedó claro, era
un strapon, un arnés sexual, con adminículo y todo.
Me agarró primero un ataque de risa y después me
quedé helada. ¿Tanta parafernalia para lograr que le apliquen su obra? ¿147?
¿Por qué no 5, 238 o 3025? ¿En qué momento pensó que yo aceptaría ser la 147?
Pero pensándolo mejor, varias mujeres estaban felices con el número 67, el 101,
el... Es decir, algunas agarraron viaje! Sobre gustos no hay nada escrito, y
mientras sea consensuado, que cada uno haga de su mundo un mundo… Yo misma
tengo mis gustitos medio fetish, pero éste, nooo. Así que muy amablemente decliné
otra vez la invitación. El caballero me escribió entonces que quedaba a mis
pies por si cambiaba de opinión. "A tus pies", puso, textual... Me lo
vi en cuatro patas al tipo, a mis pies, esperando...
Bueno, la cosa es que no cambié de opinión, pero sí
me quedé pensando ¿Para qué necesitaba internet este muchacho? Tal vez no fuera
muy elegante, en un vernissage, acercarse a una mina, vinito en mano, y
ofrecerse como voluntario. Imagínense el diálogo, qué tal, soy artista, no
vendo mi obra sino que me la podés poner en… No. Imposible. Tal vez la
frialdad de las pantallas, aunque pretendan cercanía, ofrecen una protección,
una distancia segura. En la búsqueda del amor, del deseo y de lo que sea, uno
se puede tirar a la pileta incluso sin agua, y no pasa nada. A lo sumo, se te
magulla un poco el ego y nada más. En vivo y en directo, te exponés demasiado,
tanto al rechazo como a la aceptación.